Las controvertidas intervenciones arquitectónicas en edificios patrimoniales

12 de Febrero 2017

Cuatro recientes proyectos de arquitectura han dado que hablar sobre los criterios de intervención y reconstrucción de edificaciones antiguas. En el caso del palacio de la Alhambra, la obra fue cancelada. Expertos opinan sobre el tema

Por Maite Manzanares, El Mercurio

El 31 de enero se aprobó un controversial proyecto de arquitectura que sumergió a Italia y al mundo entero en discusiones sobre la intervención en edificaciones patrimoniales. El ayuntamiento de Verona, Italia, había convocado un concurso internacional de arquitectura y diseño para cubrir la Arena de Verona, edificación romana del año 30 d.C., construida originalmente para acoger a los gladiadores y que nunca antes fue techada. Los ganadores fueron el grupo de arquitectos Gerkan Marg y el estudio de ingeniería Schlaich Bergermann, ambos de Alemania. Su propuesta consiste en colocar un toldo retráctil de 12.000 m2 que se extiende y recoge sobre la edificación.

La Arena de Verona es el tercer anfiteatro más grande de Italia y por su impecable acústica, desde 1913 es sede de uno de los festivales líricos más importantes de Italia, congregando a unos 20 mil espectadores cada verano. El caso dividió a Italia en dos. El diputado italiano Vincenzo D’Arienzo dijo que sería un acto “anticultural”, “una tontería”. Y el arquitecto suizo Mario Botta señaló que “cubrir la Arena, un monumento que nació descubierto, es como querer quitar el techo del Panteón de Roma. Se transforma en otra cosa”. Mientras que otros alabaron el proyecto, como el arquitecto italiano Massimiliano Fuksas, quien dijo que al cubrir la Arena se podría “aprovechar el anfiteatro en invierno”.

¿Qué criterios actuales existen para una “correcta” intervención arquitectónica? ¿Es razonable agregar elementos nuevos a un bien patrimonial o darle un uso distinto del original? Teodoro Fernández, premio nacional de Arquitectura 2014, parte de la base de que “lo mejor que le puede pasar a un edificio es que se siga usando… Lo que más interesa es cómo mantener el encanto de habitar una ruina y, al mismo tiempo, poder hacer un uso apropiado en el día de hoy”. En la misma línea, Emilio de la Cerda, director de la Escuela de Arquitectura UC, agrega: “Los bienes patrimoniales vienen del pasado, pero están metidos en el presente y nos corresponde administrarlos de tal manera que podamos darles uso”.

Dos anfiteatros romanos

A pesar de las controversias, Emilio de la Cerda cree que es adecuado techar el anfiteatro de Verona: “Me parece que es un proyecto que permite mantener en uso un bien cultural independientemente de cómo sea el clima”. El arquitecto y académico UC Sebastián Gray comenta: “En este caso hay una transformación de la naturaleza espacial del monumento. Algo que era al aire libre y que pasará a ser un espacio semicerrado. Lo que cambia es la experiencia del lugar”.

El arquitecto Mario Ferrada, presidente del Comité Chileno del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (Icomos Chile), cree que esta intervención “permitiría revitalizar la vida con actividades al interior, sin por ello destruir el soporte físico construido original (los viejos muros del siglo I d.C.)… ¿Acaso las actuales generaciones no tenemos derecho de reinterpretar el legado histórico recibido, con la sola condición de darle continuidad histórica, y articulando pasado, presente y futuro? Lo peor que podría pasarle a la Arena es que su existencia solo se revele en tratados de arte, en textos de arquitectura, o se venda como folleto turístico; es decir, que sea presente solo en un discurso parcial, alejado de la vida actual”.

La Arena de Verona nunca tuvo techo, pero el Coliseo de Roma (del año 80 d.C.) sí fue construido con un piso que tapaba los espacios subterráneos. Era de madera y estaba cubierto con tierra para absorber la sangre derramada en los feroces combates entre animales y gladiadores. Fue el anfiteatro más famoso del Imperio romano y hoy constituye uno de los monumentos más visitados en todo el mundo, con 6 millones de visitas cada año. Pero con el paso del tiempo, el suelo se destruyó y hoy los turistas solo pueden ver los subterráneos del anfiteatro. En 2014 surgió la idea de reconstruir completamente su arena. La iniciativa fue promovida por el ministro de Cultura de Italia, Dario Franceschini. Y después de mucha controversia, hoy el proyecto cuenta con el financiamiento de 18 millones de euros, como comunicó el ministro a fines del año pasado. “La decisión de cubrir toda la arena del Coliseo ya ha sido tomada… Cuando esta haya sido completada, el lugar será todavía más hermoso. Los turistas podrán ver el Coliseo desde el centro de la arena y también se podrán organizar eventos culturales de altísimo nivel”, dijo Franceschini.

En cuanto al Coliseo, De la Cerda no está de acuerdo con reconstruir un piso permanente: “Me parece que la imagen que hoy en día ha cristalizado al Coliseo es con esas ruinas, y las visitas son mirando todo el sistema de subterráneos debajo de ese suelo. Transformar de manera tan radical la imagen, el imaginario colectivo actual del Coliseo, me parece poco justificado”. Pilar Urrejola [EARQ], presidenta del Colegio de Arquitectos, dice que esta restauración “se caracteriza por devolver la obra a su estado original, recuperándola del deterioro del tiempo”.

Solo criterios y no reglas

Ferrada explica que “en general, actualmente se consideran como ‘criterios correctos’ aquellos que buscan que la intervención (territorial, paisajística, urbana y/o arquitectónica) cumpla con respetar el medio ambiente, la integridad y autenticidad del bien, las significaciones sociales que al bien le otorgan las propias comunidades, la posible reversibilidad de la intervención, y la constante participación social de las comunidades en la intervención”.

De la Cerda explica más detalladamente estos criterios: “La intervención nueva se tiene que distinguir de la anterior. También tiene que ser reversible, es decir, que si la tecnología con la que intervienes hoy está obsoleta en 100 años más, tiene que ser posible de retrotraer. Y también está el criterio de la mínina intervención. O sea, lograr lo máximo con lo mínimo”.

Sin embargo, y tal como explica Ferrada, se trata solo de criterios y no de normas. “No hay valores perpetuos. En eso consiste la dificultad de intervenir el patrimonio, que al mismo tiempo es la gran garantía de supervivencia histórica”, señala.

Reconstruir el pasado

Otro caso polémico es la reconstrucción del antiguo Palacio Real de Berlín, que se lleva a cabo en estos días. Este edificio fue creado en el siglo XV y adquirió su forma final en el XIX. Durante la Segunda Guerra Mundial fue bombardeado, y al término del conflicto el antiguo palacio quedó en manos de la República Democrática Alemana (RDA). En 1950 fue completamente dinamitado por el régimen soviético y, en 1976, en ese mismo sitio se inauguró el Palacio de la República, edificio de estilo moderno que fue la sede del parlamento de la RDA. Pero después de la reunificación alemana, en 1990, quedó sin un uso concreto.

En 2002, trece años después de la caída del Muro de Berlín y gracias al apoyo de la mayoría ciudadana, el parlamento alemán confirmó la demolición del Palacio de la República con el fin reconstruir el Palacio Real en el mismo sitio. Una pretensión, quizás, de devolverle a la capital alemana su grandiosidad y rostro original.

El concurso -duramente criticado- incluía bases muy estrictas: se obligaba a reconstruir tres de las cuatro fachadas y a mantener los antiguos patios interiores. Lo ganó el arquitecto Francesco di Stella, quien reconstruyó la cúpula y las tres fachadas requeridas. Solo el interior del edificio y la cuarta fachada, que da al río Spree, son diseños del arquitecto. El alcalde de Berlín, Klaus Wowereit, consideró que el proyecto “cierra una herida urbanística e identitaria”.

Emilio de la Cerda critica este proyecto: “Es problemático cuando los países se arman en base a la negación de lo anterior. Fue una gran polémica demoler ese parlamento. Es como si no hubiera ocurrido… Me parece que no es una manera muy buena de sanar las heridas de una cultura. Sin embargo, esa decisión se sometió a votación popular y fue ampliamente respaldada”.

Y agrega: “Es un proyecto muy confuso porque borra un edificio de la RDA que también es parte de la historia de la ciudad. También, porque la reconstrucción consiste en una fachada y el interior es distinto al original. Además, según las imágenes de construcción, ni siquiera está hecho igual, en términos constructivos, que el original. Es un edificio de hormigón armado. No me convence para nada como intervención. Me parece que es una oportunidad perdida”. Pilar Urrejola cree que “este evento pertenece al orden de reconstrucción de un objeto, para el cual tal vez no hubiese sido necesario hacer un concurso”.

Sebastián Gray [EARQ] comenta: “Me parece que todo esfuerzo por restituir el espacio urbano es valioso, a pesar de que hay mucha gente que se resiste mucho a la reconstrucción al idéntico, que lo que se construya ahí sea una copia de algo que fue demolido. Creo que este caso está bien desde el punto de vista urbanístico, porque le devuelve el carácter a la ciudad”.

“Lo mejor que le puede pasar a un edificio es que se siga usando”, dice Teodoro Fernández [EARQ].

La nueva construcción -que culminaría en 2019- se llamará Foro Humboldt y será un Centro de Culturas del Mundo. Además, acogerá a la Fundación Patrimonio Cultural Prusiano (con su colección de arte internacional), a la Universidad Humboldt y la Biblioteca Central de Berlín. El nuevo director de la Fundación Palacio de Berlín-Foro Humboldt es Neil MacGregor, el emblemático ex director del Museo Británico de Londres, quien ha dicho que “este edificio encarna una nueva actitud de simbolizar el mundo”.

La polémica en este caso aún se mantiene y subsisten las opiniones discordantes. Tal como dice Mario Ferrada, “la conciencia en la libre aplicación de criterios en el patrimonio debe ser una de las tareas éticas de mayor dificultad en una sociedad que deba conservar su legado patrimonial”.