Desarrollo sin gestión de riesgos

1 de Febrero 2017

“Urge conocer cuál es el costo real de los desastres, cuáles son las consecuencias que traen y cuánto están incidiendo en nuestro desarrollo integral”

Por Roberto Moris, académico IEUT, director del Observatorio de las Ciudaddes UC, La Segunda

El huracán Katrina, en 2005, develó graves problemas estructurales en la gestión de riesgos de Estados Unidos. Esto significó una gran inversión en la evaluación perfeccionamiento de la Agencia Federal para la Gestión de Emergencias (FEMA), recursos que se vieron justificados ante el mejor desempeño en eventos posteriores.

En chile, el 27/F significó perdidas económicas 18 veces mayores que las de Katrina en relación al PIB de cada país. Sin embargo, hasta la fecha no se ha visto una intención de cambio estructural para reducir los impactos de los desastres socionaturales. Ante cada desastre emerge la necesidad –transitoria– de perfeccionar los sistemas de respuesta. Sin embargo, la discusión relativa a la gestión de riesgos no debería resolverse sólo con el fortalecimiento sectorial. Las soluciones tradicionales de perfeccionamiento de Onemi no resolverán el problema de fondo. La creación de una agencia, servicio o ministerio no será suficiente si no entendemos que la gestión de riesgos es un tema de desarrollo y no de emergencia. Urge conocer cuál es el costo real de los desastres, cuáles son las consecuencias que traen y cuánto están incidiendo en nuestro desarrollo integral. Se necesita conocer los costos directos e indirectos, tanto tangibles como intangibles, y con ellos, determinar el nivel de tolerancia al riesgo con el que chile se enfrentará al futuro.

Es necesario también reconocer el valor del territorio en el modelo de desarrollo del país, porque el mismo territorio que aporta sus recursos también está exigiendo un tratamiento distinto. Hoy, en cuanto a los incendios forestales que afectan áreas residenciales, ya existe evidencia para explorar soluciones distintas y poder establecer condicionantes a los territorios adyacentes a los asentamientos humanos. En línea con una nueva planificación y gestión integrada, los territorios de borde podrían ser denominados de desarrollo condicionado con regulaciones e incentivos a la internalización de los riesgos, implicando la participación del sector público, el privado y las comunidades. La reconstrucción que se viene podría ser una oportunidad para abordar desde el Estado la reactivación integral de los poblados afectados, revisando las bases económicas y sus encadenamientos productivos.

En esta línea, Corfo, retomando sus bases fundacionales, está implementando esta orientación en la cuenca del río Salado de Atacama, en un modelo de coordinación multisectorial y territorial.

El próximo gobierno tendrá la responsabilidad de transformar en aprendizajes esta experiencia reciente. Los diversos consejos presidenciales han venido aportando a la conformación de un nuevo paisaje de las políticas públicas, el que podría encontrar en la gestión de riesgos un común denominador. El actual gobierno aún tiene la posibilidad de generar las bases para este cambio de paradigma.