Las ciudades con mayor capacidad para sobreponerse

3 de Marzo 2017

Capacidad de adaptación, fuertes inversiones en infraestructura crítica y planes de emergencia robustos son algunas de las características de los polos urbanos que son considerados como los más resilientes

Por Paula Núñez, Diario Pulso

Christchurch es una localidad de Nueva Zelanda que en 2011 fue azotada por un sismo magnitud 6,3°, dejando como consecuencia grandes pérdidas materiales y 185 personas fallecidas. En noviembre de 2016 otro sismo, esta vez 7,5 en la escala de Richter afectó a la comunidad. Sin embargo, los resultados fueron muy diferentes. Las pérdidas disminuyeron y no hubo vidas que lamentar. De eso se trata la resiliencia, sobreponerse a episodios de shock y aprender lecciones para incorporarlas en planes de emergencia y reducir los riesgos para la comunidad. Aunque es un concepto que se ha incorporado recientemente en la planificación urbana, ha adquirido relevancia y son varias las ciudades alrededor del mundo que ahora lo consideran.

En el caso de Nueva Zelanda, ellos optaron por la creación de un plan integrado de emergencia con énfasis en la protección civil, denominado “4R” (reduction, readiness, response and recovery). La primera etapa de reducción identifica y analiza los riesgos a largo plazo para la vida humana y la propiedad, con el fin de reducir su impacto y, en lo posible, la probabilidad de que se produzcan episodios críticos. La segunda fase de preparación busca desarrollar sistemas operativos y capaces antes de que ocurra una emergencia. Contempla programas de autoayuda y respuesta para la ciudadanía y programas específicos para servicios de emergencia.

El tercer paso, o respuesta, corresponde a las acciones tomadas inmediatamente antes, durante o directamente después de una emergencia para ayudar a las comunidades a recuperarse. La última fase, y donde la resiliencia toma protagonismo, es la de recuperación, que responde a los esfuerzos y procesos coordinados para lograr la regeneración inmediata, a mediano y largo plazo de una comunidad después de una emergencia.

En diversos rankings de ciudades resilientes hay nombres que se repiten, como Ámsterdam, Bruselas, Johannesburgo, Kioto, Chicago, Nueva York, Barcelona y Toronto. “Es difícil establecer qué ciudad está más preparada que otra porque los episodios críticos pueden ser muchas cosas, desde un corte de electricidad generalizado hasta una catástrofe de índole natural. Estados Unidos, por ejemplo, que cuenta con una cultura muy preparada con el huracán Katrina mostró puntos de vulnerabilidad importante”, señala Caroline Stamm, docente e integrante del Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales de la Universidad Católica. Ella también pone de ejemplo a Japón, que históricamente ha sido una de las más preparadas para los sismos, pero no tanto para los tsunamis o problemas nucleares como ocurrió en 2011 en Fukushima.

“La preocupación por desarrollar planes de emergencia está presente en todas las latitudes. No sólo se trata de saber dar respuesta de manera rápida, sino de anticiparlas y que así no se vea afectada la calidad de vida de las personas”, enfatiza Stamm. Del mismo modo, cuenta que el desarrollo de infraestructura crítica de las localidades juega a favor de la recuperación de las zonas urbanas cuando hay episodios de estrés

El Reporte de Ciudades Resilientes 2016 elaborado por la agrupación de gobiernos locales para la sustentabilidad, establece que la importancia de tener ciudades resilientes es que gran parte de la población hoy vive en estos centros urbanos con más de 3,96 mil millones de personas, razón por las que no sólo se han convertido en eje de la población, sino también de la economía. Una ciudad resiliente, señalan, está preparada para absorber y recuperarse de cualquier shock o estrés manteniendo sus funciones esenciales, estructura identidad y continuidad”.

Ciudades canadienses como Toronto o Vancouver se repiten constantemente. Esto se debería a la fuerte combinación de baja vulnerabilidad, alta capacidad adaptativa, además de recursos disponibles y planificación.

Por su parte, las ciudades latinas no aparecen a menudo, dado a que en gran parte la inequidad y vulnerabilidad genera tensión social constante. Considerados como polos en vías de desarrollo, los recursos tienden a destinarse una vez que ocurren los episodios de estrés, aún no se integra cabalmente la mentalidad de que programar y planificar genera una recuperación más rápida y, muchas veces, más económica.

Shanghai, es otra de las ciudades que ha aumentado su resiliencia rápidamente. Con una población creciente, la autoridad ha puesto énfasis en el infraestructura y transporte. Prueba de ello es que la inversión en el sistema de metro partió en 1993 y ahora es el segundo más grande del mundo. Londres, con altos índices de envejecimiento de población y consumo energético, en 2011 desarrolló un plan para aumentar la capacidad adaptativa de la ciudad y así impulsar su resiliencia.