Al rescate del planeta

18 de Marzo 2017

Mucho más rentables y eficientes que en sus inicios, las energías renovables se presentan hoy como la alternativa lógica para bajar las emisiones de carbono y cambiar hacia un modelo económico más saludable

Por Macarena Sánchez F. Fotos Getty Images, New Wind, Eolgreen, MásDeco

Las energías renovables, pasada su fase embrionaria y ya asentadas como una alternativa plausible a las fósiles, se presentan competitivas y baratas como nunca antes; un aliciente para trasladar las economías hacia un modelo más saludable, bajo en emisiones. Un punto fundamental si se considera que la piedra de tope del cambio ha sido en la práctica el factor económico por sobre la conciencia; la millonaria industria de los combustibles fósiles que mueve al mundo. Pero hoy sí hay una oportunidad real para frenar el problemón que hemos creado. Por un lado, la COP 21, la cumbre de París sobre cambio climático hace poco más de un año, dio la señal clara de reorientar las economías por esta ruta –algo que nunca ocurrió durante 20 años de negociaciones– y, por otro, los avances técnicos ya permiten hablar bien en serio de las energías renovables.

La evidencia existe y las naciones ya están trabajando en ello. “La última cumbre no podíamos decir que tuviéramos soluciones de energía limpia de alta tecnología, pero ahora en París sí. Tenemos la prueba: si despiertas en Alemania el sábado por la mañana es probable que el 30% de tu electricidad sea solar o eólica, no solo de unas cuantas compañías de electricidad, sino de ciudadanos generándola en su casa. Dinamarca hoy produce casi el 100% de la electricidad que necesita del viento, y por cierto es renovable. Y cuando inviertes en eólica o solar tienes energía gratuita y para siempre”. Así lo explicaba Johan Rockstrom, profesor de ciencia medioambiental de la Universidad de Estocolmo y director del Centro de Resiliencia de la misma ciudad, en el documental sobre el tema que ha dado la vuelta al mundo, “Antes que sea tarde”, conducido por Leonardo DiCaprio, embajador de la paz de Naciones Unidas.

LA CARRERA POR LAS LIMPIAS

Canadá anunció hace poco que dejará de usar carbón para producir electricidad al 2030. Suecia lo dijo firme y seguro el año pasado, quiere ser el primer país libre de combustibles fósiles con un fuerte programa de medidas. En Estados Unidos –el mayor contaminante mundial junto con China–, la ciudad de Burlington (Vermont) se pasó 100% a la energía renovable, dando el ejemplo. ¿La receta? Hidroeléctrica de turbinas subterráneas en su mayor proporción, 30% de biomasa y 20% de eólica. En Alemania, el año pasado, los estados de Schleswig-Holstein y Mecklemburgo-Pomerania Occidental generaron más energía renovable que la que consumieron, un mix de eólica terrestre, marina, biomasa y fotovoltaica, convidando sus excedentes a los estados vecinos.
Como señala el informe Ren 21 de este año (Red de Políticas en Energía Renovable para el Siglo 21), que contempla las medidas en la materia en todo el mundo, el 2015 se tuvo el máximo crecimiento histórico de ellas: 147 GW, añadidos, “el mayor crecimiento anual jamás registrado; la capacidad calorífica renovable aumentó en alrededor de 38 gigavatios-térmicos (GWt), y la producción total de biocombustibles continuó a la alza”, señala el reporte, todo esto inclusive con la baja de precios de los combustibles fósiles. Es decir, si la excusa antes era: “es que son muy caras, es más barato producir carbón o petróleo”, hoy las renovables están con los guantes bien puestos listas para dar la pelea a sus rivales. Competitivas como nunca, el 2015 se invirtieron más de 250.000 millones de euros en el sector, e implicaron sobre 8 millones de empleos en todo el mundo (un 5% más que el 2014), según IRENA (Agencia Internacional de Energía Renovable). Cada día resulta más rentable apostar por ellas, basta ver la cantidad de proyectos de energía solar que se están instalando en nuestro país.

Es verdad que falta mucho por hacer y que el marco que fundó COP21 en París es mucho menor a lo que los científicos dicen que hace falta hacer, pero lo fundamental es que se sentaron las bases y obligaciones para trabajar en serio. Cambiar hacia un modelo de economía que no se sustente en los combustibles fósiles y que sea capaz de abastecer limpia y conscientemente el planeta es acorde al cambio de paradigma que estamos viviendo en todos los ámbitos. Un cambio obligatorio si se considera además el aumento de población mundial y los cerca de 300 millones de personas que en países como India (el 3º que más contamina), u otros en desarrollo en África, en algún minuto también tendrán acceso a la electricidad. Cómo se va a generar esa energía limpiamente es el desafío que se viene por delante, junto con la disminución considerable de emisiones de China y Estados Unidos si no queremos reventar el planeta.

EL ACUERDO SOBRE CAMBIO CLIMÁTICO DE PARÍS QUE REGIRÁ DESDE EL 2020 RECONOCE QUE EL AUMENTO DE LA TEMPERATURA ES POR LA ACCIÓN DEL HOMBRE Y OBLIGA A LOS 195 PAÍSES FIRMANTES A TOMAR MEDIDAS PARA MANTENER LA TEMPERATURA BAJO 2 GRADOS DE MEDIA AL FINAL DEL SIGLO.

Ciudades a seguir
A escala de las ciudades también existen soluciones primarias que se pueden adoptar aprovechando las condiciones naturales de sus latitudes. La ciudad bioclimática, que “considera este factor como variable fundamental para su diseño, concebida en cuanto a sus orientaciones en relación al sol, para protegerse o exponerse a su radiación”. Algunas que cumplen mejor estos criterios, en palabras de Waldo Bustamante, subdirector de CEDEUS, de la Universidad Católica, son:

Freiburg, tiene un sistema de canales abiertos que en verano disminuye la temperatura ambiental, herencia de su arquitectura antigua. Se diseñó y construyó un proyecto de renovación urbana que convierte un espacio militar muy contaminado en un nuevo barrio ecológico, con vegetación, edificios de madera (de bajo consumo energético) y ciclovías que lo conectan con el resto de la ciudad. Tiene su propio sistema de suministro de energía descentralizado en manos del municipio y, entre otras fuentes, usa la energía solar.

Estocolmo. En ciudades de mayor tamaño una experiencia muy interesante, más allá de lo bioclimático, es el barrio Hammarby Sjöstad. Es compacto, los edificios son de máximo 6 pisos, con acceso a servicios a distancias caminables o en bicicleta. Abunda la vegetación, con sistemas de recopilación de residuos cerca de cada vivienda, desde donde se transportan por ductos subterráneos a un centro de acopio. Los residuos no reciclables se queman para generación eléctrica, se recicla el agua y existe también una buena conexión al transporte público. Los habitantes que no tienen auto propio (una gran mayoría) pueden acceder a autos de arriendo en el propio lugar.

Vancouver ha incorporado también estrategias que apuntan al bienestar de las personas, haciendo uso intensivo de espacios verdes, con aspiraciones a ser una ciudad ‘cero residuos’ y programas para el uso de energías renovables y estrategias establecidas para la mitigación y adaptación al cambio climático.

Sevilla: En su casco histórico de calles angostas se protege del sol, que es muy intenso en verano, con telas en altura entre los edificios. Algunos restaurantes tienen sistemas pulverizadores de agua para enfriamiento evaporativo en la calle. Son estrategias que recoge de la cultura árabe, un gran aporte a la ciudad y su gente, y cuenta con una de las más extensas redes de ciclovías de un alto estándar de diseño.

¿Cómo estamos por casa?
En la última COP22 de la ONU en Marruecos, que buscó ir concretando las metas acordadas en París 2015, Chile anunció la creación de la Agencia de Cambio Climático y Sustentabilidad, que comenzaría durante los primeros meses de 2017 para encaminarse en la evolución hacia una economía baja en emisiones y más eficiente energéticamente.

Considerando además que la situación de nuestro país en materia energética lo hace dependiente –la importación de energía primaria es cerca de un 70%–, resulta más que obvio buscar soluciones que nos provean de energía limpia y segura, sobre todo considerando el enorme potencial que en esta materia tiene Chile. En este contexto, Alemania está apoyando a nuestro país en el marco de la “Iniciativa Alemana de Tecnologia para Mejorar el Clima” (DKTI en alemán), en el fomento y expansión de las energías renovables, centrándose en la solar de concentración y gran fotovoltaica. Como explica Rodrigo Vásquez, asesor del Programa Energías Renovables y Eficiencia Energética, Santiago Deutsche Gesellschaft für Internationale Zusammenarbeit, los proyectos solares que están en construcción implican 1.627 MW y agrega que “considerando que los proyectos FV (fotovoltaicos) grandes tardan entre 6 y 8 meses, se puede esperar que Chile a la mitad de 2017 tendría 3.024 mW instalados. ¿Qué porcentaje de la matriz energética del país podrían cubrir las renovables y específicamente la solar? Vásquez detalla que la meta de Chile en materia de energías renovables no convencionales (ERNC) es del 20% al año 2025 y que según la estimación del CNE “al 2020 ya se cumpliría la meta, mucho antes del 2025 como estaba planeado”.

BUENOS EJEMPLOS

El árbol del viento.Turbinas de viento biomiméticas o el árbol del viento. Aeroleaf es una tecnología estrenada en París el 2015 en la Cumbre del Cambio Climático. En dos palabras, energía eólica, pero a escala humana, con un diseño amable para poder incorporarla en la casa, en la ciudad, donde la necesitamos cada día.

Un combinación de microelectricidad y múltiples turbinas verticales –cada hoja posee una–, que pueden recolectar hasta el menor viento y acumularlo silenciosamente. Lo interesante es que cambia el modelo establecido, ya que hasta ahora se necesitaban las enormes turbinas a gran altura que conocemos, para captar vientos de gran velocidad y producir energía a gran escala. El Arbre á Vent, en cambio, puede generar energía con una brisa suave de 2 m por segundo, o sea proveer de energía la mayor parte del año, cerca de 4 KWh. Produce 2.400 kWh anualmente, lo que equivale, según dónde se lo ubique, a: 15 faroles de la calle de 50 W, el 83% del consumo eléctrico de una casa de cuatro personas, sin considerar calefacción (una casa francesa), iluminar 71 espacios de estacionamientos externos, o un auto eléctrico, 10,168 millas al año (16,36 km). Esta nueva especie mide 10 m de altura por 8 de diámetro, muy similar a un árbol natural. ¿La buena noticia? Las exportaciones comienzan este año.
¿Cómo se verían nuestras ciudades con estos maravillosos arbolitos? newwind.fr

¿Y si los faroles de la calle son sostenibles? La española Eolgreen responde con el primer sistema de alumbrado público que funciona con energía solar y eólica. Es decir, de un 20% de ahorro respecto a los sistemas convencionales. Parques urbanos, calles, autopistas podrían beneficiarse de este sistema que no usa conexión eléctrica. Un ejemplo son los faroles de 45 W instalados en Platja Llevant, Barcelona, que abarcan una superficie de 800 m², con una potencia total de 204 W.

Se montan rapidísimo – 2 a 4 horas cada luminaria–, varían en altura entre los 5 y 11 m según el modelo y capacidad, tienen cero emisión de CO₂, se monitorean remotamente y no contaminan lumínicamente. La autonomía es de 58 horas sin viento ni sol. eolgreen.com