Reemplazo de Transantiago
Por Juan de Dios Ortúzar, investigdor Centro de Desarrollo Urbano Sustentable Pontificia Universidad Católica de Chile, El Mercurio Señor Director: Se me acusa de teórico y voluntarista por disentir de una propuesta que justifica minimizar el servicio de buses de Santiago basándose en que ha perdido 28% de demanda, enfrenta una evasión que estaría sobre 30% y ha […]
Por Juan de Dios Ortúzar, investigdor Centro de Desarrollo Urbano Sustentable Pontificia Universidad Católica de Chile, El Mercurio
Señor Director:
Se me acusa de teórico y voluntarista por disentir de una propuesta que justifica minimizar el servicio de buses de Santiago basándose en que ha perdido 28% de demanda, enfrenta una evasión que estaría sobre 30% y ha reducido su velocidad. El aumento de la evasión y la caída en validaciones no son fenómenos Independientes: la suma de viajes evadidos y pagados es prácticamente constante. La menor velocidad de los buses se debe a que se desplazan en medio de los autos. De hecho, su velocidad en vías priorizadas es significativamente mayor al promedio del sistema y no se ha deteriorado con los años. Se debe seguir fortaleciendo al metro pero evitemos análisis simplistas. De 2008 al 2016, este aumentó su red de 85 a 104 km (22% de crecimiento), pero los viajes solo crecieron de 642 a 670 millones/año (4,3%). Es natural tener rendimientos decrecientes: las nuevas líneas atraen menos pasajeros, reduciendo la productividad del sistema y aumentando el costo/pasajero. Proponer que el bus cumpla un mero rol de alimentador es un error. Solo es entendible desde una perspectiva del auto que exige el total de la vialidad para desplazarse y en que vías priorizadas para buses o ciclovías son un estorbo. Pero la pandemia de la obesidad no es un mito y Chile requiere más transporte activo; además, una ciudad condenada a la contaminación por sus condiciones geográficas no puede basarse en el modo más contaminante. Desde la perspectiva del auto parece ideal que los usuarios de transporte público viajen subterráneamente, aunque deban bajar y subir largas escaleras y no puedan ver dónde van. Una mirada de más largo plazo exige dar cabida en la superficie a modos más sustentables y limitar el uso indiscriminado del auto. Buses y metro se complementan. Si los primeros ofrecen un mal servicio, el sistema completo es perjudicado. Obviamente lo apropiado es mejorar los buses y no pretender, Ingenuamente, borrarlos de un plumazo. Es curioso concluir que falta más metro tanto cuando se observan aglomeraciones sistemáticas en estaciones de metro como en paraderos de buses. Debemos proveer las condiciones para que cada modo aporte en forma contundente a la movilidad, a fin de que el sistema de transporte público constituya una alternativa atractiva para los viajeros.
Juan de Dios Ortúzar
Centro de Desarrollo Urbano Sustentable Pontificia Universidad Católica de Chile