Creadores Chilenos en París
Révélations, la bienal de artesanía contemporánea más importante de Europa, celebrada en París, tuvo este año a Chile como invitado de honor. Un evento que ofreció una vitrina internacional al artesanado de nuestro país.
Por Florencia Sañudo, MásDeco
Entre artesanía y arte existe una categoría que en Francia llaman ‘métiers d’art’, algo así como oficios de arte, y que reúne aquellas actividades y producciones creativas que no entran estrictamente en una de las dos categorías y, a la vez, abarcan a ambas. El terreno es inmenso y se expresa a través de numerosas técnicas, desde la cerámica y la orfebrería hasta el grabado, la escultura, el tejido y otras. Son estas expresiones las que celebró “Révélations”, la bienal internacional de oficios de arte y creación contemporánea, cuya última edición tuvo lugar del 4 al 8 de mayo en el Grand Palais de París, el histórico monumento de cristal junto al Sena, que, desde 1897, acoge las grandes manifestaciones artísticas de la capital francesa. Y para 2017, la tercera edición de “Révélations” decidió ofrecer a Chile el sitio de invitado de honor.
Tras recibir la invitación, a fines de 2015, el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes organizó una convocatoria nacional abierta para elegir a los artistas que representarían al país, a la que respondieron ciento treinta creadores que presentaron sus proyectos. Bajo la curaduría de Nury González, directora del Museo de Artes Populares Tomás Lago, se realizaron dos preselecciones en Chile, mientras que la selección final tuvo lugar en Francia, donde se eligieron las obras de veinticuatro creadores. González se declara muy orgullosa de este trabajo, “muy abierto, muy convocante y muy transparente” y de una selección “muy consensual”. Dos años atrás un puñado de creadores participantes de la Bienal 2015 dejaron una fuerte impresión en los organizadores del evento, provocando admiración, como señala González, “por su elegancia minimalista”. De algún modo la selección responde a este criterio.
Otra fuente de gran satisfacción para ella fue que el Consejo llevó a Francia a casi todos los artesanos, de manera que prácticamente todos los artistas estuvieron en París para acompañar su trabajo. “Y algunos de ellos nunca habían subido a un avión”, comenta emocionada.
Cada creador un universo
Imposible ubicar bajo un denominador común todas las obras de los artesanos creadores exhibidas, más allá de la alta calidad de su diseño, su minuciosa confección y el amor que estos sienten por la materia con que trabajan. Egon Muñoz, por ejemplo, explica con indisimulable pasión las características de la madera de coigüe originaria de La Araucanía con la que realiza sus piezas, grandes cuencos de formas irregulares. “El coigüe –explica– es un árbol colonizador de suelos volcánicos. El primer árbol de gran dimensión que crece después de una erupción y se adapta a suelos muy pobres. La madera más joven que utilizo tiene 300 años y algunos trozos superan los 800 años. Sus colores cambian de acuerdo a su edad, el lugar donde haya caído el árbol y cómo se haya secado”, dice, mientras señala las vetas verdes de un trozo recuperado en las proximidades del cráter del volcán Llaima.
Paola Moreno, por su parte, utiliza técnicas antiguas para trabajar con textiles, especialmente con restos de lino fabricado en algunas de las usinas chilenas que dejaron de funcionar hace décadas. “Trabajo con elementos modulares, con seda o restos de lino, aplicando el teñido shibori. Me interesa trabajar con materiales nobles y poner en valor una manualidad que de una manera está desapareciendo”, explica. Diplomada en diseño textil e historia del arte y profesora en la Universidad Católica, Moreno es miembro del Comité Nacional de Conservación Textil y del Centro de Arte Textil, donde también imparte clases. Si su descripción de su propio trabajo suena como un quehacer divertido –“corto tiritas, las tiño y las vuelvo ensamblar”–, el resultado es bello, complejo y sofisticado.
La materia de Cristián Molina es la madera picoyo, con la que realiza sus tupu –alfileres o prendedores tradicionales mapuches, que se usan para fijar el kepan (manto)–, a los que agrega calados e incrustaciones de plata. “El picoyo es el nudo que se encuentra en la unión entre el tronco y la rama de la araucaria que tras pasar por un proceso de descomposición natural se ha convertido en resina”, explica. Molina subraya por qué la materia prima que ha elegido para estas piezas es tan preciosa: “Esta madera que se parece mucho al ámbar no se vende, no hay en el mercado: se consigue y nunca dos veces de la misma persona. Quizás alguien me dice, ‘tengo un trozo de picoyo’ y me lo da, y yo le ofrezco alguna pieza de orfebrería a cambio”.
Para realizar sus piezas inspiradas en la naturaleza y particularmente en el mundo del mar, las materias de predilección de Tere Marín son el gres y la porcelana. Sus “platos de fondo”, a los que rara vez interviene con esmalte para dejar el material “al desnudo”, siempre dan lugar, según ella, a una “doble lectura”: ¿El erizo en el plato está a punto de ser comido o el erizo se está comiendo el plato? ¿Qué podemos ver en el medio de este otro?, ¿corales o una “especie de cerebro que flota”?, como ella misma dice. El observador debe decidir. Cuando le preguntan si es artesana o artista, ella contesta “ceramista” y justifica su obra a cuentagotas, confesando que es “muy lenta, tardo meses en terminar cada pieza y estas son muy frágiles”.
La riqueza de la variedad
La variedad de las obras concentrada en los 150 metros cuadrados del stand y en ‘el banquete’, el espacio central de la exposición, es enorme. Las extrañas piezas tejidas en alga cochayuyo de Lise Moller; las esculturas de arcilla de Marcela Undurraga, que evocan el arte prehistórico; los tapices de Carolina Yrarrázabal, una fusión entre el arte precolombino, el Bauhaus y el minimal art; las misteriosas formas humanas en mimbre de Rodolfo Castro; las joyas de Walka, el taller de Claudia Betancourt y Nano Pulgar, que rescatan la idea de los collares sagrados en cuerno de la tribu aimara; las indefinibles esculturas construidas en gres sobre placas de arcilla, cuarzo y chamote de Pascale Lehman; el monumental hombre en madera de Bernardo Oyarzún (actualmente en la Bienal de Venecia), y la no menos monumental Mecánica Áptica, pieza en madera de Cristián Salineros, un habitué de la obra en espacio público.
En efecto, la variedad así como la excelencia fueron dos de los objetivos en la selección, como lo afirmó el ministro de Cultura, Ernesto Ottone Ramírez, presente en la inauguración. “Ser país invitado de honor en la bienal de artesanía contemporánea más importante de Europa es una apuesta a mostrar otra mirada de la artesanía, desde su dimensión creativa y artística, ligada al diseño y las artes, pero también el trabajo a mano, de destreza y excelencia al servicio de una obra artesanal”. O, como lo expresa González, “lo que nosotros esperamos es que nuestros creadores tomen conciencia de que trabajando con materiales nobles y con su imaginario pueden llegar muy, muy lejos”.