María Belén Larrondo, ex presidenta FEUC: “Un arquitecto o arquitecta debe asumir que ejerce una disciplina social y que estamos a disposición de quienes más lo requieren”

12 de Mayo 2020

Feminista, decidida y política. Así se define a sí misma María Belén Larrondo, estudiante de la escuela de Arquitectura y expresidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica (FEUC).

Asumió el cargo el 23 de noviembre de 2018 y terminó su período el 24 de abril del presente año. Le tocó conducir la dirigencia estudiantil de la universidad en medio de diversos hitos de los últimos dos años. En 2018, con el surgimiento del movimiento feminista en la universidad; en 2019, en medio del estallido social; y en 2020 en plena pandemia por el brote de Covid-19 que aqueja al mundo entero.

Hoy, a pocas semanas de haber dejado el cargo, y luego de un año académico congelado para conducir la FEUC al 100% de sus capacidades, Belén analiza estos dos intensos años, repasa el rol de la arquitectura en medio de una sociedad remecida por diversos sucesos y se da tiempo para reflexionar sobre aquellas materias que son propias de la dirigencia estudiantil y la relación con las altas autoridades de la universidad católica.

¿Cómo fue la experiencia de conducir la FEUC en medio de diversas convulsiones sociales?

Veníamos del 2018 con un movimiento feminista muy fuerte, explotando sobre todo en las universidades, con varias tomas de por medio y a mí me tocó en ese período ver cómo se llevaban a cabo y fiscalizar algunos cambios que emanaron como propuestas de la toma de casa central y las mesas de negociación surgidas, y también fiscalizar que ello se cumpliera en la Universidad, en términos de equidad de género y otros.

De hecho, desde el año pasado contamos con una oficina de Equidad de Género al interior de nuestra universidad, y creo que ese es un logro del movimiento feminista.

Luego, previo al estallido social, hubo hitos en términos de movilización feminista y estudiantil en general que marcaron muchos puntos de inflexión y nos acercaron bastante a conversar con las autoridades de la universidad, para explicitar múltiples cuestionamientos sobre el carácter vertical de las instituciones y comenzamos a transitar hacia una manera más horizontal de hacer las cosas, a través de instancias inclusivas e integradoras.

Personalmente tomé una decisión, que fue congelar el 2019 completo, porque, por un lado, mi carrera exige mucho, y, por otro, la labor de conducir la FEUC también es altamente demandante, por lo tanto, creo que fue una buena decisión, porque aprendí mucho, como creo que aprendió la sociedad en su conjunto en términos de cuestionarnos transversalmente un modelo desigual que se expresa en materia educacional, en materia económica, en las políticas públicas y en distintas esferas. La FEUC fue para mí un tiempo de gran aprendizaje, empujando cabildos al interior de la universidad, trabajando con múltiples movimientos sociales y de base ciudadana, en post siempre de construir un país más justo para todos y todas.

Y, a tu juicio, que haya surgido en medio de todo el estallido social un acuerdo político para una nueva Constitución ¿fue, en parte, gracias a todos estos empujes?

Bueno, la noticia del plebiscito nos dio la idea de que había una posibilidad real y tangible de comenzar a transitar un camino que nos permitiera cambiar varias cosas. Nosotros en ese minuto comenzamos, por decirlo así, una nueva etapa en la FEUC, de ponernos de acuerdo en cómo íbamos a sumarnos en todo este proceso, y ello en medio de tener que defender a compañeros y compañeras detenidos y agredidos en las movilizaciones, sobre todo en el frontis del campus San Joaquín. Fue una noticia alentadora que nos llegó en medio de mucho trajín social.

Durante este período participé en el Consejo Superior de la Universidad y comencé a presenciar un cambio de tono, un cambio de discurso y observé cómo de manera cierta las autoridades de la Universidad comenzaban a ponerse en el lugar de cuestionarse cada vez más qué tipo de universidad queríamos construir para las próximas décadas.

¿El movimiento logró eso?

El movimiento y muchas otras instancias. El estallido social ayudó muchísimo, y ahí tenemos que reconocer que todo partió por la movilización de estudiantes secundarios, y trajo consigo una realidad país de la cual nadie pudo (queriendo o no) quedarse fuera de la discusión, y geográficamente la Universidad también se vio muy presionada. Casa Central ubicada en la llamada zona cero de la ciudad, con asedio permanente de fuerzas policiales y constante represión, en fin. Creo que estudiantes y sociedad en su conjunto empujaron un cambio verdadero al interior de la universidad y eso hay que reconocerlo. Yo personalmente lo vi y lo viví en el Consejo Superior, y vi en las autoridades respuestas debido a presiones sociales acumuladas de tantos años. 

Y, ¿cómo evalúas personalmente tu participación en el Consejo Superior?

Fue una experiencia fuerte. Vengo del movimiento feminista y soy mujer, y entrar en un círculo principalmente compuesto por hombres no fue cosa fácil. Todo ello hizo que la experiencia fuera en un principio muy dura y sentí que mi sensibilidad ahí era como una piedra en el zapato para muchas decisiones y discusiones, porque finalmente una es una suerte de “oposición” en medio de una instancia que representa a la institución en su sentido más organizacional y corporativo. Fue intimidante y algo incómodo, y por eso sentía tal vez que nadie me escuchaba con genuino interés. Pero al final ser mujer, feminista y muy sensible (en mi caso) me dio fuerzas porque en un minuto me dije, bueno, “no podemos vivir eternamente pensando que a nadie le importa lo que digo o que a alguien le molesta lo que digo” y comencé a despojarme de todo aquello y a, en cierta forma, sacar provecho de una situación de privilegio, y te diría que en ese momento se produjeron acuerdos interesantes, fluyó una muy buena relación y tuvimos la oportunidad de acercar posturas de manera respetuosa y con genuina voluntad de cambio.

¿Crees que haber congelado tu año académico en 2019 fue una buena decisión?

Yo sabía de muchas experiencias previas. Desde algunos/as que habían tomado menos ramos u otros/as que habían congelado. Yo personalmente creo que en mi caso fue una buena decisión, que pasa, hay que decirlo, porque mi familia me apoyó y pude tener el privilegio de hacerlo, pero no es algo que debiésemos exigir a un dirigente o dirigenta estudiantil, muchos de los cuales estudian con beca y quizás no tienen la oportunidad de congelar para dedicarse a conducir la FEUC. En mi caso funcionó, pude desenvolverme con mucha responsabilidad y soltura en el cargo, sin embargo, no me atrevería a recomendarlo porque cada quien es libre de decidir lo que considere.

Yendo a lo disciplinar, ¿qué crees tú que la Arquitectura tiene que decir en medio de un país socialmente convulsionado y en medio de una pandemia que desnudó diversas brechas de desigualdad e inequidad?

Es una pregunta que me hago constantemente, porque yo entré a estudiar Arquitectura por mi cercanía con temas sociales y con demandas ciudadanas como el derecho a la vivienda o el derecho a la ciudad. Eso fue lo que me llevó a entrar a esta carrera. Ahora, personalmente, no encontré estos temas recién hasta el segundo o tercer año de mi carrera. Es decir, luego de tres años estudiando sólo encontré un ramo en que hablamos de desigualdad y segregación social de manera crítica, con el profesor Luis Eduardo Bresciani, que hoy es director de la Escuela, y creo que las escuelas de arquitectura debiesen tener un vínculo más cercano con el mundo social, y eso se ve en todo nivel, desde la formación, cuando eres estudiante, hasta cómo se promociona la carrera. Vivimos en un país que es de los más desiguales de la OCDE, pero al parecer vivimos en medio de una forma de enseñar la arquitectura muy alejada de la política contingente, que es la esfera donde se decide la vida de la gente, y no podemos estar ajenos como arquitectos y/o estudiantes de arquitectura a la discusión política y social del país y de la región donde vivimos.

Hacer política no es pelear, hacer política es construir, dialogar, acordar y consensuar, y creo que debemos acercarnos más al rol social de la arquitectura.

Estos temas no se conversan mucho en clases. Yo recién pude conversarlo abiertamente en un claustro con los profesores en medio de las reflexiones por el estallido social. Hay como una abstracción de la realidad muchas veces, y eso lleva a quienes nos interesamos por estos temas a tener que buscar respuestas por fuera, a investigar por nuestra cuenta, que está muy bien, pero deberíamos también recibirlo desde nuestra formación.

¿Qué recomendarías tú a la estructura curricular de la carrera?

Más vinculación con lo público. La Arquitectura debe asumir mucho más su rol público. Un arquitecto o arquitecta debe asumir que ejerce una disciplina social y que estamos a disposición de quienes más lo requieren. Necesitamos mayor vinculación con las realidades más golpeadas por la política que rige nuestro modelo de desarrollo.

Muchas veces tenemos ramos donde nos mandatan construir una estructura que dura dos días en el patio del campus, pero que no impacta más allá de una nota en un ramo. Lo realmente interesante es retroalimentar a los/as estudiantes con el ejercicio de una disciplina que pueda ir en ayuda de quienes más lo necesiten, y ello tiene que ver con satisfacer necesidades de distinta índole, como una solución habitacional; políticas de eficiencia energética o materialidad de la vivienda para personas con necesidades especiales de salud; o, por ejemplo, con proveer de infraestructura urbana aquellas zonas de la ciudad más desprovistas del desarrollo. Un arquitecto o arquitecta debe asumir que ejerce una disciplina social y que estamos a disposición de quienes más lo requieren. Esa es al menos mi visión.

INFORMACIÓN PERIODÍSTICA
JUAN ANDRÉS INZUNZA