Ediciones UC publica nuevo libro del profesor Hugo Mondragón
Atlas de lo Ordinario Brasil/Chile: Dibujos y fotografías de arquitectura moderna, es el nombre del nuevo libro del profesor de la escuela de Arquitectura, Hugo Mondragón, editado conjuntamente entre el Centro del Patrimonio Cultural UC y Ediciones UC.
“Me parece fundamental revisar el concepto de ordinario que sirve de marco a este libro. Ordinario proviene del latín ordinarius, ordenado, organizado. ¿Por qué entonces nuestra profesión, que valora la organización y el ordenamiento del espacio, tiene tantas dificultades con el adjetivo ordinario? ¿No deberíamos acaso celebrarlo como lo hicieron Habraken, Dell Upton o Rudofsky?”, plantea el profesor Fernando Luiz Lara en la reseña del libro.
Y luego agrega: “mi respuesta a esta pregunta pasa por la idea racista de pureza, que ha sido traducida a la jerga arquitectónica como exclusividad. Construimos una disciplina que se dedica excesivamente a hacer que cada edificio sea único y exclusivo, sin darnos cuenta de que la exclusividad solo existe si algo o alguien es excluido de ese espacio. La exclusión y la impureza representan el lado oscuro de nuestra modernidad y sustentan las teorías e historias canónicas de la arquitectura durante los últimos 200 años”.
El libro fue reseñado, además, en la revista Mas Deco de La Tercera. “Reúne imágenes y ensayos (…) sobre una serie de edificaciones modernas, que suelen pasar desapercibidas por su origen no monumental o porque están emplazadas, humildemente, entre otras construcciones, en medio de la ciudad. (…), se revisan 39 casos de carácter “ordinario”, cuyas imágenes y dibujos revelan lo “extraordinario” y, al mismo tiempo, lo “común”, abriendo el debate en torno a estos conceptos”, advierte el escrito.
Es importante recalcar que el libro es derivado de un proyecto de Redes del Programa de Cooperación Internacional de CONCITY, titulado: “Discusión teórica y construccción histórica. El patrimonio arquitetónico de la modernidad en Chile y en Brasil”, que realizó diversas actividades académicas de intercambio binacional tanto en la Universidad Católica de Chile, la Universidad Federal de Río de Janeiro y la Universidad Presbiteriana de Mackenzie en Sao Pablo, que involucraron tanto a docentes como estudiantes de las casas de estudio que colaboraron en dicho proyecto.
Conversamos con el profesor Mondragón sobre las motivaciones que le llevaron a investigar para publicar este libro y sobre la importancia de la investigación conjunta (en este caso, Chile y Brasil).
La arquitectura moderna contempla mucho más que obras “monumentales” y/o globalmente reconocidas, y en ese sentido, reivindicar este lado menos “sexy” o ese “lado oscuro” (como señala Fernando Ruiz en el resumen) de la arquitectura viene siendo un ejercicio necesario y arriesgado. En esta lógica, ¿podrías profundizar en el concepto de lo ordinario y cómo el libro reivindica, de alguna manera, aquella obra que no ha gozado de la fama de aquellas otras más difundidas y conocidas?
HM: La noción de ordinario que aparece en el título del libro está relacionada dialécticamente con lo extraordinario. En este sentido arquitectura ordinaria es aquella que es opuesta la arquitectura extraordinaria. Sin embargo, la relación entre ambos términos es compleja, llena de matices, pero en ningún caso se trata de una relación excluyente.
El libro no fue concebido para ir en contra de la arquitectura extraordinaria, sino para mostrar que en nuestra experiencia cotidiana estamos constantemente en relación con ejemplos de arquitectura extraordinaria, pero también con ejemplos de arquitectura ordinaria. En ambos casos nos encontramos frente a ejemplos arquitectónicos valiosos, de calidad, apreciados por los usuarios en su frecuentación cotidiana, y sin embargo, por su propia naturaleza consagratoria, el canon de la arquitectura moderna ha tendido a reducirla a un puñado de obras que reciben toda la atención, dejando excluidas a aquellas otras que no fueron incluidas en el canon.
Hay que considerar que los procesos mediante los cuales se produce el valor simbólico y cultural de los edificios son complejos pero conocidos. Lo realizan una serie de instituciones que cumplen esa función -galerías de exposición, museos, revistas, catálogos, libros- y personajes como curadores, editores, críticos e historiadores de arquitectura. En realidad estas personas e instituciones son las que han producido el valor simbólico y cultural de nuestros edificios modernos, mientras las escuelas de arquitectura cumplen la función de reproducir dicho valor, pero no podemos caer en la trampa de pensar que esa selección tiene un valor ontológico, es decir, no podemos creer ingenuamente que esa selección ES la arquitectura moderna, porque se trata ante todo de una construcción social y cultural llevada a cabo por personas e instituciones que tienen sus propias agendas.
Apelar al adjetivo “ordinario” como sinónimo de común, cotidiano, de todos los días, es útil para discutir la abierta función monumentalizadora que cumplen los procesos de canonización en nuestra cultura. Y también es útil para advertir a las autoridades responsables de la protección de patrimonio de la arquitectura moderna, de la trampa que significa homologar la arquitectura moderna únicamente a aquellas colecciones de edificios que aparecen en los libros. En efecto, el patrimonio que ha dejado la arquitectura moderna en nuestras ciudades y territorios es mucho más vasto, rico, diversos, heterogéneo, etc., que esa colección acotada de edificios publicados sobre los que se vuelve una y otra vez.
En este sentido, la elección de la palabra “atlas” también tenía un propósito. Se trataba simplemente de hacer “aparecer” nuevos edificios sin la menor intención de transformarlos en símbolos o monumentos. Todo lo contrario, me hubiera gustado que hubiesen llegado muchos más edificios que se ajustaran a la convocatoria, para que el atlas hubiese sido tan extraordinariamente grande, tan repleto de edificios, que hubiese hecho implosionar al canon.
Y sobre lo anterior, ¿qué valor asignas a las investigaciones conjuntas, en este caso con Brasil, para compartir experiencias similares, conocer el contexto latinoamericano como un panorama unitario y, por supuesto, para el levantamiento de casos?
HM: Este libro se me ocurrió en el contexto de un proyecto de investigación que realizábamos profesores de la Escuela de Arquitectura UC (Bonomo, Cortés, Torrent y Mondragón) en conjunto con las investigadoras Ruth Verde y María Cristina Cabral, adscritas a facultades de arquitectura de la Universidad Presbiteriana de Mackenzie y la Universidad Federal de Río de Janeiro.Todos los involucrados en esa red de investigación estábamos familiarizados con los desarrollos de la arquitectura moderna en América Latina. Nosotros en Chile estábamos particularmente interesados en conocer la manera como Brasil había logrado proteger con éxito el patrimonio arquitectónico de la modernidad y aprender de su ejemplo. Muchas de nuestras discusiones en la red tenían que ver con la relación entre las narrativas históricas de la arquitectura moderna de nuestros respectivos países y la manera como ellas influían en la manera como se establecen los criterios de valoración patrimonial de los edificios. Y la conclusión, para decirla sucintamente, es que un edificio que no esté reseñado en ninguna de las narraciones históricas de la arquitectura moderna de su país o de América Latina, es decir, un edificio que no haya sido consagrado, canonizado, tiene muchísimas menos probabilidades de ser valorado y protegido patrimonialmente que otro que en cambio sí ha sido publicado, consagrado y canonizado. Yo no tengo ningún problema con esto, pero creo que era justo con la investigación, con la institución que había contribuido con fondos y con los fenómenos del presente, explorar otros caminos. El llamado del libro entonces era a pensar nuevas formas de narrar la historia que no fueran heróicas. Creo que no necesitamos más héroes y más monumentos, sino nuevas narraciones históricas que sean capaces de integrar a nuestros pasados lo no-monumental, es decir, lo ordinario. En este sentido, creo que el Atlas es solo un primer paso, pero hay todavía un largo camino por recorrer. Un examen atento a los edificios “ordinarios” nos puede ayudar revelar asuntos profundos sobre la arquitectura, sobre la sociedad que los construyó y sobre la que hoy los continúa disfrutando. En su repetición y en su condición de gesto urbano un tanto automático, en ellos reside en potencia una dimensión de nuestro ethos socio-cultural que habría que develar.
Por último, ¿qué obra u obras te gustaría resaltar, que te hayan sorprendido, y que encontraste inicialmente en el anonimato total, pero que son de alta calidad arquitectónica y urbana?
HM: Siento una especial atracción por los edificios de departamentos de formato medio y pequeño. Creo que se trata de un tipo de edificios que en su repetición contribuye de manera particularmente importante a definir el carácter de nuestras ciudades. Otra cosa que me atrae mucho de estos edificios es que están llenos de restricciones en su realización. Tienen que vérselas con una norma urbana, ajustarse a un modelo de negocio, son mercancías (se realizan para un cliente anónimo), y sin embargo, a pesar de estas y otras restricciones, en muchos casos se logran ejemplos notables. Proyectar un buen edificio de viviendas en un lote de terreno pequeño o mediano para un cliente que no se conoce, es semejante a la definición de arte que alguna vez enunció Nietzche: “verdadero artista es aquel que sabe bailar encadenado”.
Finalmente, el edificio de vivienda se trata de un campo de investigación menospreciado por quienes defienden el valor artístico de la arquitectura, pero también por quienes tienen la convicción ideológica que nada bueno puede provenir de un ejercicio de especulación inmobiliaria. Y sin embargo creo que bastaría con tener una media de edificios ordinarios de vivienda de buena calidad, para cambiar radical y positivamente el rostro de nuestras ciudades.
El libro ya se encuentra disponible en librerías y através de la venta online en Ediciones UC