Arquitecto UC Hugo Gaggero realizará importante donación al Archivo de Originales FADEU UC

25 de Octubre 2021

En una ceremonia que se llevará a cabo en la sala Capilla del campus Lo Contador, el martes 26 de octubre de 2021, se realizará la donación del archivo del arquitecto Hugo Gaggero, al Archivo de Originales del FADEU del Centro de Documentación Sergio Larraín GM. Presidirán la ceremonia el Decano Mario Ubilla, la directora de Investigación y Postgrado Magdalena Vicuña y la directora del archivo Isabel García.

El edificio de la UNCTAD III debe ser una de las obras públicas más reconocidas del gobierno de la Unidad Popular. Se trata de un “edificio histórico del centro de Santiago que se inauguró en 1972 como sede para la Tercera Conferencia Mundial de Comercio y Desarrollo de las Naciones Unidas, UNCTAD III, donde se discutió cómo superar la pobreza”, como reza la reseña que puede leerse actualmente en el sitio Web del Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM), que se emplaza actualmente en el mismo lugar, entre las estaciones Baquedano y Universidad Católica del Metro de Santiago.

275 días (todo un récord) fue el tiempo que demoró la construcción de este emblemático edificio, que fue catalogado en su momento –y hasta estos días- como un valioso aporte a la arquitectura moderna en Latinoamérica, que consideró activa participación ciudadana en su diseño y notables avances tecnológicos para la época.

Los arquitectos José Covacevic, Hugo Gaggero, José Medina, Juan Echenique y Sergio González Espinoza fueron los responsables de coordinar la obra, que luego de realizado el UNCTAD III pasó a ser patrimonio del Ministerio de Educación y, con el paso de los años, de la cartera de Defensa, en la época de la dictadura militar, y que hoy se conoce popularmente como el GAM.

Tuvimos la oportunidad de conversar con el arquitecto Hugo Gaggero, integrante de este equipo que hizo historia en la arquitectura nacional. La Directora de Comunicaciones FADEU, Macarena Cortés, y el encargado de prensa de la Facultad, Juan Andrés Inzunza, sostuvieron una larga y nutrida conversación en dependencias de su departamento en la comuna de Providencia.

Gaggero comparte algunas de sus experiencias, repasa el valor que tiene la arquitectura “a lápiz”, como señala, y adelanta información respecto de una importante donación que ha decidido hacer al Archivo de Originales de nuestra Biblioteca.

MC/JAI: Yendo desde la actualidad hacia atrás, Hugo, ¿cómo crees que ha funcionado el GAM respecto de la concepción original que ustedes tuvieron para la torre y para todo ese sector?

HG: El GAM nuevo está equivocado desde su funcionamiento más básico. En el primer piso no sucede nada, tiene –creo- dos salas que son las únicas que se mantuvieron en el tiempo, luego hay restoranes y venta de otras cosas. Lo único bueno es una explanada donde la gente se reúne. Todo es pagado, y ese no es el espíritu original del proyecto, que pretendía ser un punto de encuentro para las personas, permitiendo el libre acceso y la libre circulación.

En su concepción inicial era un espacio ciudadano y comunitario, con un comedor para 600 personas por turno que alcanzó a funcionar después de la conferencia hasta el día del golpe.

El arquitecto y la arquitectura en general, cuando se trata de obras públicas, debe cumplir un rol público y un rol social. No se puede concebir una obra de esta envergadura que sea cerrada, porque un lugar tan importante para Santiago debe ser abierto y ser un punto de encuentro, una zona que se pueda transitar, que se pueda usar y que en definitiva sea parte de la ciudad.

Yo creo que este edificio con el tiempo va a deformarse hacia un rol más público. Tengo toda esa convicción. De hecho, hay una conexión subterránea con el Metro de Santiago, y hasta eso está cerrado. Eso no puede ser. Debemos devolverle al edificio y al sector en general un tinte más ciudadano, menos cerrado, más abierto, más integrado a la ciudad.

En la época militar se cerró entero, se llenó de rejas. Eso no fue bueno. Yo personalmente entregué un estudio de renovación y regeneración del edificio en el primer gobierno de la presidenta Bachelet, para restaurarlo y recuperarlo, pero aun así no hubo voluntad ni en dictadura ni en democracia de abrir este espacio y no seguir cerrándolo.

La esperanza hoy está en las personas. Si los ciudadanos se manifiestan y cuidan su patrimonio y exigen que se restablezca su rol público, podemos mirar el futuro con buenos ojos. Los movimientos ciudadanos en estos casos son fundamentales.

MC/JAI: ¿Cómo fue la experiencia al empezar a construir en edificio de la UNCTAD?

HG: Nosotros teníamos un problema de tiempo, porque nos impusieron una velocidad que ningún edificio ha tenido en la historia de este país. Había que pensar en una estructura capaz de cumplir esos tiempos. Además, nos impusieron sobre la marcha un estacionamiento para 250 autos que no estaba considerado en el proyecto original.

Junto con las excavaciones, hicimos el subterráneo, el zócalo, una losa más e hicimos muy pocas operaciones de hormigón, y el grueso es intervención metálica, con revestimientos que usaban las fuerzas armadas norteamericanas, con planchas que traíamos desde Estados Unidos.

Empleamos mucha tecnología nueva y aprendimos sobre la marcha con los colegas. Trabajábamos con turnos 24/7, día y noche y muy de la mano con los obreros, constructores, ingenieros y voluntarios que participaron de la obra. Fue una experiencia notable.

Arquitectura de ayer y hoy

MC/JAI: ¿Cómo se estudiaba la arquitectura en su época universitaria?

HG: Era todo muy intenso, desde lo técnico hasta lo personal. Estábamos toda la tarde. La arquitectura que hacíamos con los alumnos perduraba mucho tiempo. Imagínense que los trabajos de los alumnos quedaban en las mismas salas de clase y al otro día estaban intactos.

Había respeto, amor por la disciplina, entrega, pasión y, lo que era muy importante, una entrega personal de cada uno de los que estudiábamos y de los que hacíamos clases.

Yo fui ayudante de Alberto Piwonka, y creo que la relación con la Bauhaus fue importantísima para nuestra escuela. En esos años nadie faltaba a clases, porque el grado de compromiso y apego entre alumnos y profesores era espectacular.

Por eso, por todas las experiencias adquiridas, siento que tengo que devolverle la mano a la universidad, y eso pretendo hacerlo, desde la humildad, con la donación que estamos preparando para el Archivo de Originales.

MC/JAI: ¿Cómo observas que ha ido evolucionando con los años la formación de los arquitectos? Antiguamente, comentabas, todo se hacía a mano y hoy el apoyo tecnológico y computacional es primordial. ¿Qué se ha perdido o qué se ha ganado en todos estos años de evolución de la disciplina?

HG: Siempre le hecho mucha crítica a lo actual, porque en los resultados uno ve a los arquitectos. El computador es muy contagioso porque te permite ver todo muy bien y eso, a la larga, te perjudica, pero eso no te pasa a mano. Por eso digo que un buen arquitecto se ve cuando la distancia que hay entre lo que piensa y lo que hace con la mano sea mínima. Eso a mano se ve instantáneamente, pero con el computador no. Se ha perdido un poco la esencia.

MC/JAI: ¿Cómo esperaría usted que su obra influenciara a las actuales y futuras generaciones de arquitectos y arquitectas?

HG: Yo creo que puede servir mucho –sin pretensión alguna- porque creo que hay obras emblemáticas como la Escuela Naval, que se trata de un proyecto muy honrado, muy honesto y muy correcto, que lo dirigió el profesor Mario Pérez de Arce.

En esta donación, si se investiga y se recorre a conciencia, se encontrarán con obras importantes como el hospital de San Felipe, que hicimos nosotros en obra gruesa, que vino a quebrar la infraestructura hospitalaria que existía en aquella época en términos de diseño, y así otras obras innovadoras.

Y, por supuesto, la UNCTAD y otras obras posteriores que fueron archivadas en el MOP como “obras secretas”, que fueron obras realizadas para los militares en el norte del país, que hasta hoy nunca se conocieron, con un sistema de fabricación en el desierto que sería tan hermoso que los alumnos actuales pudieran ver y revisar en los planos originales.

Donación

MC/JAI: ¿Qué lo motivó a donar parte de su obra al Archivo de Originales de la FADEU UC?

HG: Hay tantas ideas encontradas, tantos sentimientos y tantas emociones. Yo le debo mucho a la universidad. Ahí me hice como persona, en una época en que todo era a mano, dibujábamos todo a lápiz, que es algo que se ha perdido. Estudié en la UC, fui profesor ayudante ahí, e hice clases ahí.

Todo ello te da mucha experiencia y te forma como persona. Yo le debo mucho a la universidad, y, por lo tanto, creo que es un acto de justicia y de retribución hacia una institución que a mí me lo dio todo, y que me permitió contactarme con grandes personas, colegas y amigos.

MC/JAI: ¿Qué valor le asignas al Archivo de Originales de nuestra Facultad?

HG: Me parece genial lo que hacen porque es la única manera de hacer historia. Si tu no reúnes, no almacenas, no guardas, es imposible contar la historia. Lo que hace la Facultad con estas instancias es maravilloso, porque permite aportar al desarrollo de la disciplina. ¡Cómo no va a ser lindo que una universidad muestre originales de proyectos importantes para el país! Es algo maravilloso, y tiene que ver con el amor que le tenemos a la profesión. Sin archivos no hay historia y eso debemos cuidarlo, y hacerlo prevalecer en el tiempo.

ENTREVISTA

MACARENA CORTÉS / JUAN ANDRÉS INZUNZA